domingo, 23 de enero de 2011

Genes - Ambiente.

La palabra "personalidad" hace referencia a la forma en que una persona siente, piensa y se comporta, sobre todo en lo que se refiere a la forma de tratar a los demás. El concepto es obviamente importante en psicología y sobre él se han elaborado multitud de teorías.

Ya Hipócrates distinguía cuatro tipos básicos: sanguíneo, melancólico, colérico y flemático, relacionados con cuatro tipos de secreciones internas o "humores": sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema.

Hoy en día, la pregunta que surge es evidente: ¿podrían los genes influir en la personalidad de cada individuo?. Dicha pregunta choca frontalmente con ideas profundamente asimiladas en nuestra sociedad y propuestas inicialmente por Freud. Según las teorías freudianas, la personalidad del individuo se forja en los primeros años de vida a consecuencia de determinadas experiencias. Lo que vemos en el adulto sería el resultado de la resolución de ciertos conflictos, tales como "el control de esfínteres" o "el complejo de Edipo". La idea de que los padres y el contexto familiar son enteramente responsables de la personalidad de los hijos se encuentra firmemente arraigada en nuestras creencias colectivas.

Esta hipótesis no había sido sometida a una contrastación seria hasta que se popularizaron los estudios de gemelos criados aparte y de adopción. Si la personalidad está absolutamente determinada por el ambiente familiar y nada por los genes, esperaríamos que los niños adoptados se parecieran más a sus padres y hermanos adoptivos que sus parientes biológicos, de los que puede que no sepan ni siquiera que existen.

Estos estudios nos muestran que los rasgos de la personalidad tienen una heredabilidad de un 50%. El otro 50% podría distribuirse en dos partes: la influencia familiar y la suma de experiencias que resultan únicas para el individuo.
Esto no quiere decir que los padres no tengan efecto sobre la personalidad de sus hijos. Es posible que los abusos de los padres dejen secuelas psicológicas graves sobre los hijos. Lo que indican estos estudios es que los padres normalmente no hacen esto, al menos aquellos que participan en este tipo de estudios, y que la influencia de los padres sobre la personalidad de los hijos es, normalmente, mucho menos de lo que se esperaba.

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